miércoles, enero 12, 2005

Primeras palabras

Zaratustra pensó que su verdad no era debidamente escuchada. Por ello bajó de la montaña y abrió este Blog. Hacía, siglos, milenios, evos incontables que contemplaba el mundo desde su refugio secreto. Solo dejó su vida de ermitaño para decir unas palabras al hombre. Mas este no le escuchó. Se entretuvo con sus cosas y le ignoró. Sabedor de que sus palabras eran sensatas probó suerte con la mujer quien, en principio, si mostró cierto interés. Entonces, apareció el hombre. Preso de algún tipo de instinto se la arrebató y desapareció con ella. Qué extraño. Al ver que no era escuchado volvió a su anterior estado de contemplación.


Pasaron los días y las noches. Durante todos ellos, el hombre no hizo más que empeorar las cosas. No escuchó su palabra, no aprendió nada. Seguía, ignorante, arrogante, por el camino recto de la autodestrucción. Y Zaratustra lo veía pero nada hacía, pues se lo merecía. Pero Zaratustra también veía a la mujer. Y durante aquellos siglos de observación ininterrumpida acabó por sentir algo humano. Sintió lastima de verla arrastrada por el camino equivocado. Pero no solo eso, sintió algo más. Algo que no sabía como describir, nuevo para él. Algo que le movió a salir de nuevo. Sintió que debía ayudar, volver a hacer oír su sabia palabra. Ayudaría al hombre aprovechándose de sus nuevas tecnologías, pero lo haría solo por ella. Fue así como Zaratustra dejó escritas estas enigmáticas palabras:

Es tan tarde ya. Tan oscura la noche. Y sin embargo he de estudiar. Estudiar un examen, dos tres... ¡Qué más da! Cuando no paras de pensar piensas demasiado. Demasiadas cosas. Te encierras en ti mismo. Tu concentración se transforma en contemplación. Y entonces surge la idea. Desvelar esa palabra sensata que se esconde y guarda en tu mente. Liberar esa tensión. Fue pensar y actuar, como en los viejos tiempos.

Y así fue como Zaratustra abrió este blog.